Escribo esto hoy, domingo, después de mostrarle a Sofía algunos dibujos que hice hace poco. Me dijo que soy “un cra”, que le gusta mucho que elegí una vida y la voy formando dándome la `oportunidad de hacer muchas cosas. Dijo que está demás, y que la pongo “re orgullosa”. Obviamente, es hermoso leer algo así. También, me hizo pensar algunas cosas que quisiera escribir ahora.
Hace algunos meses — empecé a escribir “el año pasado”, pero ahora estoy bastante seguro que fue este año... pasaron muchas cosas este año — fui a ver la exposición de fotos de Aliaksandra, y la escuché explicar qué la llevó a elegir las fotos que estaba mostrando. Su respuesta fue algo así como que quería mostrar cómo se sentía estando aquí (por New Haven) buscando su identidad, estando tan lejos de su familia y de su cultura, y rodeada de gente que también está lejos de su cultura y de su familia.
(No estoy seguro si en realidad fue eso lo que dijo, pero, ¿qué importa? Lo que importa es que yo imagino que fue eso lo que dijo, porque es eso de lo que quiero escribir).
Esas palabras se quedaron conmigo, porque esa ha sido mi experiencia en estos últimos años: buscar mi identidad. Creo que estar lejos de la familia y la cultura es muy distinto de no estarlo, porque ambas son poderosos moldes cuando uno está formando su personalidad, especialmente en mi caso.
En mi contexto personal, en Uruguay, por mucho tiempo hice lo que “se hace” o me gustaba lo que a la gente le gusta, porque era lo que otra gente hacía, y era fácil juzgar y tildar de raro a quien no era convencional. En Uruguay, todo era homogéneo; común.
Siendo honesto, no sé cuánto estoy de acuerdo con el párrafo anterior, porque, pensando en el pasado, me quise venir a Estados Unidos con 16 años, que no es común, estudié alemán en Salto, que no es común, leía en inglés, y sobre economía y literatura, y hacía boxeo, y no me gustaba el campo, que es lo que mi padre y mi hermano hacen. Es decir, no seguía a “la gente” tanto como hago parecer arriba, pero quizás sí desde un punto de vista emocional. Quizás al exterior no era tan estándar, pero en el interior era bastante simple; me refiero a que, aunque en esa época tenía algún interés en conocerme a mi mismo, todavía no tenía la madurez emocional como para darme cuenta de eso, o como para actuar en consecuencia, y simplemente actuaba como veía a mis padres y mis amigos actuar.
Leyendo Motivos de Proteo, ya viviendo en Montevideo, pude comprender mejor qué es lo que quería hacer. Cerca del comienzo (página 15 de mi edición), en Motivos de Proteo se lee:
“(...) ¿Desde qué día preciso dejaste de creer? ¿En qué preciso día nació el amor que te inflama? Pocas veces hay respuesta para tales preguntas. Y es que cosa ninguna pasa en vano dentro de ti; no hay impresión que no deje en tu sensibilidad la huella de su paso; no hay imagen que no estampe una leve copia de sí en el fondo inconsciente de tus recuerdos; no hay idea ni acto que no contribuyan a determinar, aun cuando sea en proporción infinitesimal, el rumbo de tu vida, el sentido sintético de tus movimientos, la forma fisonómica de tu personalidad. El dientecillo oculto que roe en lo hondo de tu alma; la gota de agua que cae a compás en sus antros oscuros; el gusano de seda que teje allí hebras sutilísimas, no se dan tregua ni reposo; y sus operaciones concordes, a cada instante te matan, te rehacen, te destruyen, te crean... ”,
y es otra cosa que me quedó marcada. Me resulta creíble: somos la suma de nuestras experiencias pasadas (quizás no sólo somos eso, pero sí somos eso). Esto también me recuerda a la frase de Don Draper, el personaje de Mad Men: when a man enters a room, he brings his whole life with him.
Entonces, cuando algo me pasa, la manera en que reacciono depende tanto en la mezcla de todos los acontecimientos anteriores que me llevaron hasta ahí como en la realidad. Conocerse a sí mismo implica ser consciente de eso, ser consciente de cómo mi pasado me condiciona, y, en consecuencia, significa tener más control sobre elegir cómo reaccionar — cuánto permitir que mi pasado me condicione.
Gran parte de mi trabajo y objetivo en terapia es desarrollar esta conciencia.
Volviendo al tema de buscar mi identidad, en New Haven las cosas cambiaron muchísimo respecto a Uruguay. Estar rodeado de personas diferentes a mi, y entre ellas, y en un contexto donde todo el mundo es joven, implica que todo es distinto, y que no hay tal cosa como lo normal. Eso fue un shock bastante grande, porque no tenía un marco de referencia donde refugiarme. No tenía un lugar donde ir y hacer lo que hacen los demás. Entonces, queda al descubierto el problema de decidir, descubrir, elegir quién soy.
Al mismo tiempo que estaba ganando conciencia sobre descubrir quién soy, conocí a Rada. Si este ensayo tiene dos partes, donde la primera es descubrir que me estoy descubriendo a mi mismo, entonces la segunda es descubrirme a mi mismo, con Rada.
Conocer a Radita fue como un crash course en autenticidad. Rada es la persona más auténtica y segura de sí misma que conozco. De hecho, pensando en escribir sobre esto, me puse a pensar en quién es la segunda persona más auténtica que conozco. Eso sólo reforzó mi opinión sobre Rada: antes de ella, no había descrito a nadie con el adjetivo “auténtico”, y no me es sencillo encontrar a alguien a quien el adjetivo aplique naturalmente. Pensando un poco más, probablemente Manuel sea la segunda persona más auténtica que conozco, y esto me llevó a pensar en quién es la segunda persona más segura de sí misma que conozco, y la respuesta es que probablemente sea Sofía, lo que hace que todo sea muy loco (y al mismo tiempo para nada loco, si lo pienso un corto rato más). Rada combina las cosas que admiro de Sofía y de Manuel, las personas más íntimas de mi vida. De hecho, Sofía es segura de sí misma de una manera casi agresiva, y lo demuestra de manera casi arrogante, mientras que Rada lo hace con dulzura, con inocencia, de una manera que se describe perfectamente con el lazily de and you so lazily and incessantly beautiful del poema. El incessantly beautiful lo completa su infinita gracia y dulzura y belleza y simpatía.
El punto de describir a Rada es que ahí estaba yo, sin saberlo, en medio de todo este asunto de encontrarme a mi mismo, y en ese momento conozco a una persona que es sí misma de una manera tan trivial, tan natural, tan única que, simplemente a través de su ejemplo, significó una inspiración fuertísima a descubrirme a mi mismo.
Rada me mostró — el verbo no es accidental, diré más más abajo — una cosa que hizo cambiar mi manera de vivir mi vida. Siempre fue importantísimo para mi — quizás lo más importante — el ser agradecido con las oportunidades que tuve en la vida y con la gente que me ayudó en cada etapa de mi vida. Para mi, la manera de ser agradecido y honrar la confianza del millón de personas que me ayudó es aprovechar las oportunidades al máximo, dando todo de mi.
Rada me hizo ver que eso no es incompatible con disfrutar de otras cosas de la vida y con tomar tiempo para mí y para crecer como persona. Con ella, por ejemplo, redescubrí cuánto disfrutaba relacionar música con pintura o fotografía, como hacía en clase de literatura en el liceo.
Más arriba escriba escribí “Rada me mostró...” y dije que el verbo no era accidental. Cuando escribí por primera vez, escribí “Rada me enseñó...”, pero eso no era cierto. La diferencia está en que usar el verbo enseñar implicaría que aprendí algo que antes no sabía. Lo que hizo Rada no fue enseñarme, sino mostrarme lo que yo ya tenía dentro de mi. No me enseñó la literatura o la poesía, la economía o la música; sí me mostró, a través de su autenticidad y seguridad, que había mucho más dentro de mi. Y eso me abrió las puertas a conocerme a mi mismo.
Rada sí me enseñó a dejarme llevar, y eso me permitió descubrir muchas más cosas de mi mismo, que no me había permitido descubrir antes.
No es impreciso definir a Rada como un resumen de mi darme cuenta de que Yale no solo significó una oportunidad increíble de cumplir mis sueños, sino que significó una oportunidad increíble de descubrir qué es lo que significa para mi tener una vida feliz. Esto, para mi, es más grande y más importante aún que cumplir mis sueños, que hasta ahora estaban relativamente restringidos a cosas profesionales. El conocer a Rada encaja perfectamente con la definición de serendipia: descubrir algo valioso de manera accidental, cuando lo que se está buscando es algo distinto.
Hoy, me observo y me siento muchísimo más satisfecho conmigo mismo. Siento que soy más libre, más seguro de mi mismo, más auténtico y más feliz. Siento que estoy más conectado con mis emociones, que lidio con ellas mucho mejor, y que las entiendo mucho mejor. Siento que me conozco y me quiero muchísimo más.
Sería una tontería decir que eso es mérito exclusivo de Rada. Principalmente es un esfuerzo de mi mismo, materializado en pensar mucho en cosas difíciles que me traían vergüenza y culpa, y en ir religiosamente a terapia y tomarla en serio.
Sería una mayor tontería no decir que Rada ha sido una compañía inigualable en mi proceso, que me facilitó tremendamente todo el camino. Todo lo que soy ahora, todas las cualidades de las que hoy me enorgullezco, las vi y las admiré primero en ella, y las usé como inspiración para mejorarme a mi mismo.
Motivos de Proteo dice (página 48):
“Dame la ocasión y yo te haré grande; no porque infunda en ti lo que no hay en ti, sino porque haré brotar y manifestaré lo que tu alma tiene oculto. De afuera pueden auxiliarme cateadores y picos; pero en ti solo está la mina.”
Rada fue y aún es cateadora y pico, y me ayuda a brotar lo que mi alma tenía y tiene oculto.
Sin ir más lejos, fue ella quien, hace poco, me mostró un dibujo y me inspiró, una vez más — esta vez a empezar a dibujar — para que luego Sofía me diga que está orgullosa de mi, y yo, después de tanto intentar, sin éxito, escribir, termine escribiendo esto.